En la misma cuadra donde está mi casa acaban de poner una cremería grande, donde también venden abarrotes, bastante bien montado el lugar. El negocio tiene varios trabajadores, por supuesto chacales todos, machines de barrio acostumbrados al trabajo rudo. Ya fui a mirotear la mercancía (la humana y la propia del lugar) y he visto a uno de los chavales que labora ahí, muy amable, machín, delgado, de unos 24 años.
La cosa es que ayer domingo abro la puerta de mi casa y sale en chinga mi perro, corriendo como caballo de hipódromo, y yo salgo en putiza tras de él, intentando agarrarlo antes de que llegara al cruce de calles.
El rollo es que en la esquina, afuera de la cremería le empieza a ladrar a un wey trajeado que estaba de espaldas y que al oir los ladridos pegó un pinche brincote neta de risa.
Ahí estaba el pinche perro ládrele y ládrele al wey que ya hasta lo iba a patear cuando vio que llegué corriendo tras el cuadrúpedo, y no mames, pinche chacal trajeado, mamado, feo el cabrón, pero machín, pelo corto tipo militar, alto.
Yo lo vi a la primera y se me hizo agua todo, le ofrecí disculpas por el susto que le había dado mi guardían (jajaja)y las risas de otros weyes también trajeados con los que iba el susodicho como que lo encabronaron, ya nomás me dijo: "Aguas con la pinche fiera compa".
Fue cosa de segundos, pero conectamos con la mirada, reiteré mis disculpas y me hice bien pendejo, lo más que pude entre que cargaba al perro y caminaba hacia mi casa, tratando de voltear algunas veces.
El wey seguía ahí parado, mirando para dónde caminaba yo.
Me metí a mi casa y en putiza agarré las llaves del coche y me salí, mi corazón latía a tope, sabía que el wey quería algo y yo estaba dispuesto a dárselo.
Cuando salí de la casa alcanzaba a ver a la esquina, el papi seguía parado ahí, pero ya no mirando hacia mi casa, me hice pendejo abriendo las puertas del choche, como buscando algo, pero siempre alerta para cuando volteara hasta que lo hizo, en ese momento cerré puertas y me trepé, eché a andar el auto, pasé por donde estaba este wey con sus acompañantes y lo miré, di vuelta en la misma esquina de tal manera que podía seguir viéndolo por el retrovisor, sus compas ni se dieron cuenta, pero este wey estaba atento, circulé por esa calle y detuve el auto al afinal de la siguiente cuadra, esperé unos minutos atento al retrovisor, no me bajé sólo miraba por el espejo, y ahí estaba parado cuando veo que empieza a caminar para donde estaba mi auto.
Neta que la sensación de adrenalina estaba a tope, mis manos en el volante sudaban y los latidos de mi corazón los sentía en mi cabeza.
Este wey se aproximaba y yo en mi auto, pasó junto a donde estaba mi auto y dio vuelta, a modo de que si hablaba conmigo o se subía al auto no pudiera ser visto por los weyes que seguián parados fuera de la cremería.
Todo lo que les comparto pasó en unos minutos. Eché a andar el coche y me di vuelta y ahí estaba, ya parado, con un puto miedo de no mames detuve mi coche y se acercó abriendo la puerta y subiéndose.
"¿Qué haciendo?", me dice...
-Acá, dando una vuelta-
"¿De día de descanso?", ya se había puesto la mano en la pistola y se estaba sobando.
-Sí, acá un rato haciendo cosas en casa. Y tú ¿trabajando?-, yo mirando el bulto más que su cara, ese wey sobándose la reata que ya estaba bien firmes.
"Así es, cuidándole las nalgas al dueño de la tienda. ¿Qué onda, te gusta?", mirándose la verga y luego viéndome a los ojos.
-Se ve rica. Sácatela-.
"Pásate para donde yo estoy y deja que yo maneje, pero en chinga que dije que iba a buscar una farmacia", y así lo hice, él se bajó para ocupar el en putiza el lugar del piloto y yo por dentro me pasé al del copiloto. Nunca pensé que pudiera ser un asalto, ni pasó por mi mente otra cosa que no fuera el cachondeo con ese wey. Arrancó y en segundos se sacó la verga, unos 17 cm, rasuradita como me encantan y firmes para luego decir: "Vas puto".
Me bajé a mamársela mientras él tomó una calle larga a unas cuadras de donde estábamos y disminuyó la velocidad, sólo jadeaba. Con una mano manejaba y con la otra me manoseaba las nalgas. Yo mamando como si fuera la última verga que iba a tener frente a mí y sin pensar que estaba tan cerca de mi casa, lo que importaba era estar cerca, tener dentro de mi boca ese palote prieto.
Unos minutos después sonó su celular y dijo: "Ya valió madres", me quitó bruscamente de su verga, paró el coche, al tiempo que se acomodaba la ropa contestaba y decía que ya iba.
Sin preguntar dónde andábamos llegó solito a espaldas de mi casa.
Le pedí su cel, quedamos en mensajearnos, no hablarnos.
Se llama Ramón, tiene 37 años y es guarura del dueño de la cremería y de varios negocios que tiene su patrón por ese rumbo, por eso supo por dónde circular sin que hubiera pedos de ser vistos.
Varias veces durante el domingo nos mensajeamos, ya quedamos en coger como debe ser, sólo que no quiere que sea en mi casa por la cercanía con el negicio de su jefe.
