Los Rocío antes del terremoto.
En otros posts he contado que mi vida gay empezó siendo taxista en el DF y estos eran unos de los baños de vapor que me quedaban cerca de donde vivía en ese entonces, hasta me iba caminando, bien crudote después de un viernes de peda. En ese entonces el vapor era atendido por un señor y su hijo con otros dos chalanes. Y lo clásico: boleaban zapatos, te ofrecían jugos, tehuacán preparado, refrescos, a veces una chelita e, incluso, algo más fuertecito. Todavía no existía el letrero discriminatorio de la entrada al vapor.
Los encargados los mantenían muy limpios y funcionando. Los cuartos más cotizados eran los del primer pasillo, hasta el fondo, eran más grandes y estaban más ocultos a la vista.
La dinámica era la misma que hoy en día, entrabas a tu cuartito, te desvestías, tomabas tus cosas, llamabas al encargado para que cerrara con llave y a darle al vapor. Obvio, dabas tus zapatos a bolear y pedías un refresco o un tehuacán y para terminar de congraciarte: un masaje.
Y aquí empezaba lo bueno porque había dos masajistas súper chacales de pueblo, grandotes, bien dados, con semejantes patotas y mega verga. Eran Josué y el Wero. Pactabas con el que querías que te masajeara el tiempo en el que se desocupaba y luego te metías al vapor. La rutina era primero entrar al turco a sudar un rato, bañarte, luego enjuagarte y luego entrar al ruso. En el ruso el vapor a todo lo que daba, poca luz y cuerpos, muchos cuerpos por todos lados. La primera vez que entré, debo haber tenido como 18 años, había una mega orgía alrededor de un par de cabrones que, verga les hacía falta para metérsela, estaban en plena cogida sincronizada, uno se la sacaba al otro, se volteaban al mismo tiempo y ahora el otro se la metía al uno, ja ja ja ja
La neta me "espanté" y me retiré a un rincón donde daba la luz de una ventana rota, me senté y al acostumbrarme descubrí unos pies enormes, tal y como me gustan desde entonces, toscos, dedos gordos, con vellos en el empeine y, con mucho miedo, acerqué mi mano hasta tocarles la planta, no hubo reacción y me atreví a más, comencé a acariciar los pies, luego las piernas y luego... ¡en la madre! Una mega verga. La más grande que había visto en mi corta vida en la putería. Pero además de grande, súper gorda. Me quedé hipnotizado mientras el dueño de semejante camotón se empezó a masturbar invitándome a tocar su instrumento. Y como goloso siempre he sido, pues empecé a mamar. Fue el estreno más delicioso de mi vida, se la mamé, le mamé los pies, me mamó el culo ¡¡¡mi primer beso negro!!! me la quiso meter y ahí sí, me eché a correr, no le aguanté ni el airecito. ¡Neta que era un monstruo! Esa vez, nada más me vine y salí casi corriendo. En mi cuarto me alcanzó uno de los masajistas y me dijo que si no quería que me pusiera crema y, lo repito, como siempre he sido goloso, no me podía negar a que semejante especímen (ya dije cómo eran los masajistas) me pasara las manos por el cuerpo así que acepté. El Wero fue corriendo por la crema, regresó, cerró el cuartito, se quitó la sabana que cubría sus desnudeces y ahí entendí cómo era la onda. Me empezó a "poner crema" en la espalda, las piernas y se tardó mucho, muchísimo en mis nalgas de tal modo que cuando me acercó su verga, yo ya estaba más que dispuesto a recibirla. Grande, color rosita, con prepucio y jugosísima. Me cogió, se vino en mi espalda, me dio una palmadita en las nalgas y me dijo que me esperaba en las regaderas para enjuagarme. Fui, me enjuagó, me regresó a mi cuarto, le pagué y se fue dejándome con la mejor sensación del mundo y con deseos de regresar. Lo cual hice religiosamente cada semana durante algunos años.
Dejé de ir muchos años y hace poco se me ocurrió regresar para ver cómo seguían. Me encontré con unos baños deteriorados, sin mantenimiento, se nota que el dueño los está dejando morir porque ya no deben ser rentables. Una mafia de oaxaqueños está encargada del vapor, son arrogantes, despectivos, discriminadores de la gente gay, a pesar de que representamos, su fuente de ingresos. Ojo: no me trataron mal, no se atreverían, mido 1.80, peso 120 kg y tengo cara de judicial en operativo, ja ja ja ja. Repito, no me trataron mal, pero los escuché hablar de la clientela, se "sinceraron" conmigo porque me creyeron buga y vi cómo trataron a los clientes que iban llegando.
Es una lástima porque tengo grandes recuerdos de ese lugar que parece condenado a desaparecer.